Salí corriendo de la cabaña donde me encontraba, huyendo del nuevo apocalipsis. El cielo estaba rojo, el desastre natural ya no podía ser remediado, los ríos en colores fluorescentes transportaban tanta materia desconocida para los humanos que las plantas y la fauna ya había desaparecido como lo recordábamos.
Era el año de 3289, la raza humana esclavizada por seres extraños, mutantes del mismo planeta tierra, otros de diferentes mundos a años luz de distancia. La cabaña en medio de la serranía era el único escondite que creíamos seguro, no fue así. Fui la única que pudo escapar entre la podredumbre y restos de los compañeros que dejaba atrás. Pude esconderme y arrastrarme bajo un cadaver para despistar a los extraños humanoides arácnidos semi ciegos y así correr hacia los pinos y despistarme entre ellos.
Seguí corriendo, entre más corría menos avanzaba, la nueva flora parecía moverse por voluntad propia, ya podías saberlo con tanta contaminación y materiales radioactivos cualquier cosa podía ser realidad. El día y la noche era del mismo color todo el tiempo, rojo como el amanecer, pero mal oliente como un drenaje profundo abandonado.
Llegue al río, al mismo fluorescente. Tenía sed pero nada que beber, me encontraron los enemigos, y era ellos o yo. Me aventé al río...
